LE PUSIMOS CASCO AL BIBLIOTECARIO
LA MOTOLIBROCICLETA
Una biblioteca ambulante para la formación de lectores
Sostiene Michelle Petit, que “…un encuentro es capaz de cambiar para siempre la relación con los libros.” Entonces, nos hemos propuesto provocar encuentros y asegurarnos, además, de que esos encuentros sean fascinantes, lúdicos, fantásticos, memorables, definitivos.
Estamos convencidos de que nadie es capaz de enseñar nada a nadie, creemos, eso sí, en la capacidad del la gente para contagiar a los demás con aquello que le apasiona. Esto, especialmente cierto cuando se trata de la lectura, nos aconseja que en lugar de enseñar a leer a la gente, debemos proponernos apasionarle, y ese es un empeño complicado, porque nadie anda por ahí con un cartel que dice; “deseo ser contagiado de la pasión por la lectura”.
Entonces, debemos tomar por asalto a la gente en su cotidianidad, en ese minuto en que se queda a veces mirando al cielo, sin más razón ni beneficio que simplemente mirarlo, o cuando cabecea aburrido en el bus de regreso a casa, o mientras desespera en una sala de espera para ser atendido por un burócrata, por un médico, o por un brujo.
Por ello, nos inventamos la motolibrocicleta. Decidimos que el bibliotecario debía ponerse casco y salir en busca de lectores; o, mejor aún, de no lectores; para entusiasmarles, para contagiarles, para inocularles el virus de esta pasión que requiere urgentemente regarse por el mundo.
La motolibrocicleta no es otra cosa que una pequeña biblioteca, con un surtido inteligente de lecturas para todas las edades, especialmente en las áreas de la ficción, la historia, la biografía. Lecturas breves, lecturas asombrosas, que el moto-bibliotecario lleva a bordo de una elemental motocicleta de tres ruedas, especialmente adaptada para estos fines. Lleva, además, un importante bagaje en herramientas didácticas, recursos creativos, actividades lúdicas, discurso seductor; especialmente preparados para convertirse en un incitador.
La motolibrocicleta es itinerante; prefiere los espacios públicos; parques especialmente. Se estaciona como al desgaire por allí, sin convertirse en protagonista y deja que la gente se acerque; lentamente, movida por la curiosidad. El Moto-bibliotecario se deja preguntar tonterías: ¿cómo es esto? ¿de quién es? ¿cuántos centímetros cúbicos tiene el motor? ¿cómo se le ocurrió esta idea? ¿usted presta libros? y así, otras tonterías, que generalmente terminan en un entusiasmo instalado en el parque y con la gente pidiendo que le recomiende algún libro; con las parejas echadas en el césped leyendo poesía, con los mayores sentados en un banco del parque metidos con algún cuento breve, con los niños instalados en una actividad facilitada por el Moto-bibliotecario quien, a estas alturas, ya se ha quitado el casco y ha desplegado su material de formación, saltando por aquí una rayuela con textos breves, o dejando florecer un árbol de palabras o dibujos tras la lectura de algún cuento.
Siempre llega la hora en que la gente se va. Así es la vida, no se puede vivir en el parque y con un libro en la mano…lástima. Entonces, la gente devuelve el libro que estaba leyendo. Pregunta ¿cuándo volverá? para volver a encontrarse. Los más entusiastas preguntan, ¿y ahora qué hago?, aún no termino el cuento y debo irme. Y el moto-bibliotecario, basado exclusivamente en la confianza, sin documento de por medio, le sugiere que se lleve el libro. Le cuenta dónde estará la próximas semanas para que pueda devolverlo y, siempre lo devuelven. En muchos casos, devuelve el que se llevó y otro más, en donación para la Motolibrocicleta, porque el Moto-bibliotecario les ha contado, que no se trata de comprar libros para tenerlos, sino de leerlos y compartirlos.
La Motolibrocicleta se nutre de libros usados y nuevos. Trabaja todos los días. Descansa, generalmente los lunes. Acude donde le llaman. Va donde no le llaman. Incita. Provoca. Contagia. Asombra. Confía. Apasiona. No es más que un bibliotecario con casco, tres ruedas, un motor, un librero que se abate al llegar el ocaso y se va, a dormir, hasta que el sol vuelva a iluminar un nuevo parque.
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