Por Marie Gonçalves
En los tiempos actuales, hablar y escuchar hablar de la
creatividad suena como refrán implacablemente dominado. En todos los sectores
se habla de ella como de una cualidad y un importantísimo atributo de los
individuos. "Tienes que pensar creativamente", "escribir
creativamente", "liderar con ideas creativas", "cocinar
pero creativamente". En las navidades, ¿qué regalo será el más creativo?.
De esa ola de atributos más que positivos, salió hasta una profesión: "LOS
CREATIVOS", especie en vía de "aumentación"
en un mundo cada vez más competitivo.
El verbo crear tiene que ver con la invención y con la
composición de una obra de arte, de un pensamiento científico o artístico que
tendría como especificidades aportar algo nuevo y ser un día reconocido por el
público.
Esta definición, comúnmente aceptada, atribuye la creación o el
hecho de crear a una rareza y permite establecer una neta diferencia entre la
creatividad y la creación. Un individuo creativo podrá o no llegar a ser un
individuo creador.
Según Winnicott, la creatividad es "conservar a lo largo
de la vida una cosa que es parte de la experiencia de la primera infancia: la capacidad de crear el mundo".
Donald Woods Winnicott (Plymouth 1896- Londres 1971) pediatra y
psicoanalista británico, es una figura emblemática del movimiento analítico, se
distingue por su creatividad y su falta de dogmatismo.
Influenciado por Freud y Mélanie Klein, esboza a partir de su práctica y experiencia
clínica una verdadera teoría del desarrollo. Se enfoca principalmente en la
diada madre/hijo cuyas relaciones y consecuencias sobre el desarrollo del niño
desde los primeros momentos de vida fueron motivo de un estudio singular.
Escoger su enfoque y visión de la creatividad, nos permite
considerar la creatividad en su acepción más amplia y diferenciarla del acto
creador de obras de arte. Winnicott la asimila a una actitud del individuo
frente a la realidad exterior, y la asocia a la salud y al gusto por la vida.
"Se trata antes de nada de un modo creativo de percepción que da al
individuo el sentimiento de que la vida vale la pena de ser vivida."
Este modo de percepción se opone fuertemente a la sumisión al
mundo exterior y contradice las actitudes de ajuste, adaptación sin verdaderas
expresiones del yo.
Para Winnicott, la creatividad es inherente a la condición humana.
Desde el nacimiento, el bebé se encuentra en la ilusión creadora. Es decir que
piensa crear todo lo que le rodea. Cuando el entorno es suficientemente
"bueno", la madre permite al bebé ser omnipotente y le deja crear el
seno del cual se alimenta. Para el bebé no existe distinción alguna entre la
realidad interna y la realidad externa. Todo
es él y todo lo crea él.
Esta ilusión creadora de los primeros meses se enfrenta a una
fuerte desilusión que le desestabilice y siente por primera vez el sentimiento
de frustración al entender que el mundo externo no es creado por él y que
existe una separación entre él, su mamá y su realidad interna.
Según Winnicott, llegar a una estabilidad en este momento de
desilusión, se logra cuando se puede encontrar una área de descanso donde ya no
importa donde está la realidad externa y la realidad interna. Sería como una área
intermediaria de experiencias donde ni lo uno ni lo otro importa. Es el espacio
transicional.
Una de las manifestaciones de este espacio sería el OBJETO transicional
lo que comúnmente llamamos "DUDU": el objeto puede tener distintas
formas, un dedo, un puño, una canción, un peluche, una cobija, etc.
Su función es representar el puente entre la madre y el entorno
o en otros términos entre el mundo interior y el mundo exterior. Permite
restablecer la continuidad amenazada por la separación y la perdida de la
ilusión creadora y es la primera posesión "NO-YO" del niño.
Considerando las características primarias del objeto
transicional, se entiende la intocabilidad del objeto. En el área transicional,
no interfiere nada y nadie. Si pensamos en nuestros hijos, muchos ejemplos
demuestran la teoría de Winnicott.
El espacio transicional es la zona entre el YO y el NO-YO
(entre el mundo interior y el mundo exterior cuyo objeto permite el paso para
superar el momento de la desilusión y separación. Es al mismo tiempo una
proyección narcisista y una relación objetual. El niño lo ama como si fuera
alguien (o algo) y como si fuera él mismo.
A partir de esta primera experiencia de relación, el niño
abandonará el objeto por el juego. El espacio transicional (representado por el
objeto-dudu) se convertirá en un espacio
de juego donde la creatividad tendrá un rol predominante en la búsqueda
constante de continuidad y de la ilusión creadora.
Finalmente, a la edad adulta, los espacios transicionales
siguen existiendo y nos permite encontrarnos y dejar las presiones afuera.
Winnicott los llaman espacios culturales. "El lugar de ubicación de la
experiencia cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el
objeto. Lo mismo puede decirse del juego... La experiencia cultural comienza
con el vivir creador, cuya primera manifestación es el juego".
El ser humano, es ser capaz de oponer una interioridad a una
exterioridad (la primera puede existir solo por su confrontación con la otra) y
ser capaz de establecer un espacio intermediario de experiencia, un lugar de
reposo donde podemos regular esa relación entre el interior y el exterior.
La evolución de los momentos transicionales (del objeto, del
juego y de la cultura) instaura entre el YO y el entorno una puerta a un
espacio donde podemos dejarnos ir; el único lugar donde no importa la realidad,
donde nuestra capacidad creadora se expresa para descansar del mundo, de si
mismo y de reconfigurar nuestra relación al entorno.
La creatividad se extiende de esa manera a todos los ámbitos de
la vida: es una relación auténtica e inventiva con el mundo gracias a la cual
el individuo crea continuamente su vínculo con su entorno para darle sentido y
expresarse.