martes, 5 de enero de 2010

EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN, ES LA COMUNICACIÓN


Son las seis y algo de la mañana. Su reloj biológico le dice que es hora de despertarse. Su radio-reloj-despertador le recuerda, por cortesía de CASIO-SONY-PANASONIC o cualquier otra marca que es lo primero que usted verá al abrir los ojos y apagar el aparato que diariamente le tortura.
De inmediato, levantarse. Algunos primero tomarán el control remoto y encenderán su TV, seguramente de marca japonesa, koreana, o china. Verán en medio de las imágenes del noticiero, el logotipo inamovible del canal de su preferencia. A los minutos, estarán bombardeados de una tanda publicitaria; al menos cuatro, si no seis, spots recursivos, creativos, ingeniosos.
Al baño. Una avalancha de mensajes en los frascos de shampoo, en el jabón de tocador, en la crema de afeitar, en el perfume, en la pasta de dientes…en cada cosa.
Desayunar frente a la caja de cereales con sus personajes de dibujos y su marca de colores; junto al colorido empaque de jugo y el frasco de chocolate de los niños.
Salir de casa, encender la radio del auto, atravesar una selva de anuncios en vallas, murales, letreros, stickers, buses, que se suman a las cuñas publicitarias que la radio repite con impersonal precisión.
Para cuando usted llega a su lugar de trabajo, se cuentan por miles los mensajes a los que su cerebro ha sido expuesto, y esto contado solamente los mensajes comerciales. ¿Qué añadir sobre las noticias, la cadena del presidente, la declaración del candidato, la acusación del fiscal, el mensaje del periodista?
Vivimos en una sociedad sobre comunicada. En la pelea por obtener un espacio en la consideración del público, los anunciantes han generado una saturación de mensajes, facilitada por una saturación de medios y casi lógica frente a una saturación de productos, ofertas y necesidades de comunicación, que han causado un verdadero caos.
Frente a este caos, el cerebro ha aprendido a ser selectivo. Esto es, en la práctica, que ha aprendido a rechazar casi toda la información que recibe; por irrelevante, por aburrida, por lejana a sus intereses, por cualquier causa, y quedarse de modo muy preciso con aquellas cosas que han logrado su atención, o corresponden a su interés.
Así, ese mega archivo que creemos que es la memoria humana, confina a los rincones más oscuros toda la información que recibe, dejando en el umbral de su recordación solo unos pocos de los mensajes que le llegan.
Digamos, entonces, que frente a una sociedad sobrecomunicada, el ser humano ha desarrollado una mente simplificada.
¿Cómo, entonces, entrar en esa mente simplificada, en medio de este caos de sobrecomunicación?
La respuesta es lógica y no requiere más que conocer como funciona un embudo. La fórmula, básicamente, consiste en emitir mensajes sobresimplificados. Es decir, hacer que nuestro mensaje tenga la mayor posibilidad de pasar por el tamiz, o lo que es lo mismo, pasar por la parte más angosta del embudo. Ser, en resumen, más angostos que la punta más angosta del embudo.
Esto significa pensar permanentemente la forma de hacer que nuestra comunicación sea lo más simple posible. Ya lo decía el sabio del diseño Ludwig Mies Van Der Rohe: “menos es más”.
Efectivamente, cuando se trata de comunicar, creemos seriamente que intentar menos, es lograr más. Mientras más simple y directo sea el mensaje; mientras menos artesonados y la filigrana tenga para perderse en ellos; más probable es que, en medio de ese alud de mensajes, el suyo tenga una oportunidad de colarse en la mente del público. De lo que sí puede estar seguro, es de que mientras más complicado sea su mensaje, mientras más datos incluya, mientras más conceptos trate de transmitir, menos posibilidades de éxito tiene.
Cuando a José Arcadio Buendía, amarrado al castaño, le preguntaran cómo era posible que a un hombre de su inteligencia privilegiada le tuvieran en esa condición, respondió sin complicarse: HOC EST SIMPLICISIMUM, porque estamos locos.
Así, pues, si lo que queremos transmitir es simple, entonces ¿por qué hacerlo complicado? A la hora de diseñar nuestros mensajes, quizá conviene recordar ese castaño bajo la lluvia, en el que se halla atado el hombre que fue capaz de mover una dinastía completa en un éxodo mágico y definitivo, porque HOC ES SIMPLICISIMUM, porque nuestros mensajes, al igual que las especies condenadas a cien años de soledad, no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra.

HOC EST SIMPLICISIMUM

Cuando gracias a los poderes del chocolate el padre Nicanor logro levitar para demostrar el poder de Dios nadie puso en duda la prueba excepto José Arcadio Buendía.

"Hoc est simplicissimum - dijo.....: homo iste statum quartum masteriae invenit.... "

Nego..dijo el padre nicanor...factum hoc existentiam dei probat sine dubio.

.........

El padre Nicanor , único que se percató de la lucidez de José Arcadio intento evangelizarlo, pero fue imposible ; Jose Arcadio no aceptaba "vericuetos retoricos ni transmutaciones de chocolate y exigió como única prueba el daguerrotipo de Dios"

......

En comunicación lo mas simple, lo mas directo,es lo mas efectivo, aunque la complicación humana nos tenga amarrados al castaño, porque, afortunadamente, estamos locos.